Según especifican las bases, el concurso pretende la,
“…Rehabilitación del Antiguo Almacén 5 de la fábrica de Cemento de LAFARGE en Villaluenga de la Sagra (Toledo).
[…] como edificio destinado a servir de punto de encuentro y transferencia de conocimiento entre la empresa y sus interlocutores; un lugar de diálogo entre el entorno, universidad, empresa, clientes, proveedores, administración pública y todos los agentes implicados en el desarrollo de la región, o interesados en el progreso de la construcción.”
Con este concurso la empresa busca un acercamiento entre ella misma y el contexto en el que actúa. Para ello no trataremos ese acercamiento como un diálogo entre dos contrarios, sino como un entrelazado en el que se van aproximando posiciones.
En este proyecto el antiguo almacén de pesados se trata de forma que su presencia en el entorno favorezca ese acercamiento conectando la fábrica con el lugar, de manera que no se entienda como una herida abierta al paisaje, sino como un elemento más del mismo. Desde la intervención lo que se pretende es presentar el objeto como puerta de acceso entre dos mundos, el de la fábrica y el del entorno que habita. En este contexto el ámbito de la puerta se dilata y se configura como un recorrido en el que tiene lugar este entrelazado de circunstancias.
Todas estas circunstancias se han desarrollado desde distintos puntos de vistas: implantación, programa, percepción del visitante en su recorrido, y la utilización de soluciones técnicas propias de Lafarge sensibles a esta condición de encuentro con el lugar.
Se propone el edificio como articulación entre la fábrica y su entorno. El objeto se separa del suelo, y se enfatiza la separación que en la actualidad mantiene la línea del forjado de planta baja con el terreno.
Aparecen una serie de elementos articuladores que pretenden establecer esta relación. Estos elementos pertenecen a los dos mundos que pretenden encontrarse, lo artificioso y lo natural. De un lado los muros de contención y las plataformas; de otro, los movimientos topográficos y el arbolado.
Los muros de contención que conforman la planta sótano se tratan y se eliminan los taludes de tierra que en la actualidad acometen contra ellos. La línea que sobresale del forjado de planta baja hace posible esta separación de los elementos de fachada. Al muro de sótano se le trata como elemento nuevo y se le da continuidad, de forma que acompaña al visitante en su recorrido de acceso.
Las plataformas se configuran como elementos salientes de la propia nave, buscando continuidad entre interior y exterior.
Los movimientos topográficos que se realizan, configuran la plaza de acceso y conforman la entrada al edificio desde planta sótano. Los sobrantes de tierra producidos generan los taludes que acompañan a las terrazas de planta baja.
El arbolado presente en el camino de acceso se continúa conformando una masa arbolada que se extiende por la cara oeste del almacén. En este punto es donde se localizan los muros de pavés. De esta forma queda configurado un cerramiento en capas (arbolado + pavés) que a la vez que acondiciona el espacio interior de la sobreexposición solar, crea una atmósfera interior que imita a la que se da en el exterior con la luz filtrando a través de las copas de los árboles.
Se busca que con este edificio Lafarge se presente ante la comunidad no como una empresa que persigue objetivos propios, sino como un agente más del progreso de la construcción en busca de fines comunes. Tratar el programa en un espacio abierto y flexible contribuye a dejar claro este fin.
Se busca por ello la versatilidad del espacio, donde pueden confluir distintas situaciones. De esta forma sobre una caja diáfana de hormigón se proponen configuraciones móviles del espacio.
En planta baja se aloja el museo y las exposiciones temporales, ambas con capacidad de extenderse a las explanadas exteriores que comunican con el resto del recinto. En un caso de forma continua (explanada 1), en otro configurando una estancia más al exterior (explanada 2). La forma en que se produce una u otra se debe al sistema de apertura propuesto. En el primer caso el muro se descompone en puertas giratorias que comunican la totalidad del espacio, favoreciendo esa continuidad con la prolongación del pavimento. En el otro caso, esta conexión queda acotada por el hueco actual de grandes dimensiones que domina la fachada sureste.
En planta sótano la nave se presenta como una sala de pilares con posibilidad de compartimentarse a través de elementos textiles que permiten cerrarse configurando improvisadas salas de información, acogida, reunión, trabajo y trasferencia de conocimiento, con capacidad de albergar a un número variado de personas. Un gran hueco abierto en el forjado establece la relación entre este espacio y las exposiciones de la planta superior, relacionando todo el programa del edificio.
Las naves añadidas al espacio principal acogen el resto de servicios, así como la comunicación entre ambas plantas. Las áreas de formación interna del personal propio de Lafarge, se desarrollan en uno de estos volúmenes, pudiendo plantearse un acceso directo al mismo en caso de que fuera preciso proponer un funcionamiento independiente al del resto del edificio.
Según nos acercamos a la fábrica de Villaluenga de la Sagra, desde el coche percibimos la estructura que coloniza el territorio, parcelas de cultivos, caminos arbolados… desde lejos el volumen de la fábrica se identifica con los volúmenes del territorio, las masas arboladas o los colinas que emergen de la llanura. [0]
Accediendo por un camino arbolado al interior del recinto de la fábrica, llegamos hasta el aparcamiento para visitantes situado bajo la sombra de los árboles. Su presencia se indica en el lugar mediante la aparición de un pavimento de hormigón que a modo de traviesas se desdibuja con el terreno natural existente a los lados de la calzada. Estos elementos de hormigón se van dilatando a medida que nos acercamos al edificio, conformando así el camino de acceso. Desde este punto se empieza a divisar la fachada de pavés de la nave principal a través de las copas de los arboles que acompañan y guían al visitante hasta la entrada. [1]
Bajando por el camino llegamos a una plaza arbolada que sirve de antesala al edificio. Esta se sitúa a nivel de planta sótano desde la cual se entra. De la misma manera que el arbolado acompaña al visitante, el muro de sótano que articula la planta baja con el terreno, y que se va haciendo más presente a medida que vamos descendiendo, también lo hace. [2]
Entrando en el edificio llegamos al primer espacio principal, una sala diáfana con la presencia de pilares que estructuran y colonizan el espacio de la misma forma que lo hacían los troncos de los árboles en el espacio previo exterior. En él se abre un claro que comunica con la planta superior permitiendo la entrada de luz filtrada desde la fachada de pavés. [3]
Subiendo desde este punto, llegamos a la nave principal. Se trata de un espacio polarizado por su cerramiento. De un lado la fachada de pavés, de otro, el muro continúo de hormigón. Luz y sombra, se produce en el interior un gradiente secuencial, y encima el puente grúa que se conserva y conecta a los dos mundos a la vez que sirve para el movimiento de elementos dentro de la propia sala. La fachada de pavés crea una atmósfera artificial que se identifica a la de la masa boscosa. En última instancia el muro ciego de hormigón se abre en todo su dimensión, el pavimento se extiende hacia el exterior, y se conecta el interior de la nave con la plaza que comunica con el resto de la fábrica. [4]